Dy$k3

Radio

Oct
10

Otro lunes de mierda. La gata cagó en el baño y el dólar trepó a 180 pesos. Los perros rompieron las bolsas de basura que colgaban del canasto sujeto al árbol. Ahora la cuadra está llena de pañales cagados y de guantes de látex con sondas usadas. Es que a los perros parece que les atrae mi olor a mierda y les encanta chupar los pañales. Los dejan casi como nuevos. Los caninos resultan ser una buena opción antes la crisis y ante la falta de esos descartables, te los reciclan a lenguetazos. Todos los días se parecen un poco, o mucho, pero los lunes cuestan el doble. Ya no tomo mate en las mañanas porque me cago al toque. Volví al café, a esa negra bebida que me despierta en las mañanas. Por lo general me gusta el silencio. Sobre todo en las mañanas, y si es muy temprano, directamente no me hables. No tengo tengo timbre y las personas golpean la puerta, la golpean muy fuerte, porque a veces demoro en atender por razones que no vienen al caso. Golpean con un ímpetu tan obediente, que se desviste la premura que pesa en los tiempos ajenos. Hoy golpearon la puerta tres veces. En realidad tres personas distintas. Desde que empezó la cuarentena golpean la puerta muy seguido. La gente tiene hambre, la gente está sola. No tengo el hábito de leer los diarios o los portales de noticias, menos los lunes. Pero percibo que hay más pobreza y más soledad que la de costumbre. Es como si el fin de semana se acumularan todas las catástrofes, lxs intelectuales escupieran pensamientos y lxs periodistas operaran sigilosamente, para que los lunes se publiquen todas esas porquerías juntas, bajo la legitimidad de vaya a saber quiénes. Yo escucho la radio, eso sí. Me gusta escuchar la radio. Me entretiene escuchar una conversación de la cual no participo pero de la que soy parte. Entonces me río, comento algo poco interesante, sumo opiniones que no sirven para nada, pero de algún modo, estoy acompañado. Prefiero que otrxs se hagan cargo de las especulaciones o las conspiraciones. Yo me quedo de escuchante, de testigo de todas esas idioteces que me causan risa, que no me dejan solo, o casi solo. Así es la radio. La radio salva las mañanas de los lunes. Prefiero eso, que presenciar una videollamada laboral aburrida e interminable. Algunas personas que suelen despertarse de vez en cuando en mi cama, dicen que mi odio a los lunes es porque no desayuno. No sé, no desayuno. Nunca fui de estrellar huevos en una sartén por las mañanas, hacer tostadas crujientes o pisar una palta madura, menos pelar una fruta. Me da muchísima paja todo eso. Yo tomo mates, o tomaba. Ahora tomo café. A mitad de la mañana o más cerca del mediodía, me meto algo en el buche. Los lunes tienen que tener su siesta. Si no me tiro un rato a la cama, puede ser una catástrofe el resto del día. El lunes pasado una sexóloga habló sobre la banalidad del sexo y el recurso inagotable del coito. Quería contarle mi historia, pero no pude. No soy de lxs que llaman a la radio para participar. Le quería contar que me compré un cinturonga. Que pese al relato discursivo y políticamente correcto de las personas, sobre el placer, el goce, los cuerpos, el sexo, pese a todo eso, la poronga (para cierta mayoría) se lleva el primer premio de la cogida. Por eso me compré un dildo, para que a quienes suelen dormir conmigo, no les agarre la nostalgia de tener una pija en las manos.
Bueno, me voy a poner el arnés para dejar bien firme esta poronga de goma maciza que me acompaña la entrepierna y te invito a dormir la siesta conmigo, eso sí, después escuchemos un ratito la radio. La grilla dice que hoy hablarán de la trivialidad del amor, quizás sea bueno que lo escuchemos juntxs.
Besos en la cola. Nos vemos el lunes que viene.

Odio los lunes Comentarios desactivados en Radio

Comments

Comments are closed.

Tamaño
Contraste